La fina línea de la moralidad en el turismo de pobreza

Hace un par de años, daba una pequeña ponencia/reflexión, en una exposición fotográfica de un amigo, sobre el turismo de pobreza. Aquí os dejo mi reflexión, la cual, a día de hoy, me sigue haciendo pensar. 

El turismo de pobreza es aquel que se realiza visitando las zonas más pobres del planeta. Esta tendencia no es nueva, tiene su origen a finales del siglo XIX  cuando la gente de las clases más altas de Londres comenzó a sentir curiosidad por ver que pasaba en las zonas más pobres del este de la ciudad.  En Sudáfrica, tras el fin del Apartheid, se inició en los años 90. No fue hasta el año 2000 que se le puso nombre a estos desplazamientos: el término turismo de pobreza.

A partir de entonces, se han sumado como destinos de este tipo de turismo diferentes áreas que están en países considerados en vías de desarrollo. Entre ellos, destacan las favelas de Río de Janeiro en Brasil, los slums en la India, los barrios pobres de Kenia, Etiopía, Camboya

Este turismo tiene su destino principal en Dharavi, Mumbai, India, el mayor asentamiento marginal, donde viven un millón de personas.

Está basado muchas veces en el morbo del turista por lo exótico, por lo impactante, la experiencia única… y nos encontramos con diversas opiniones sobre la práctica o los objetivos de este turismo. Personalmente, como turista, no termino de comprender muy bien la motivación del simple viaje para verlo, si no lleva implícito un proyecto o una colaboración.

 Nos encontramos con personas que creen que les da un contacto más real con el país, la cultura, cómo se vive, por curiosidad a lo diferente… hace poco leía el testimonio de un turista británico que decía que “te abre los ojos por la manera en que esta gente ha sido capaz de pasar de lo más bajo de la sociedad y cómo van creciendo… Y yo me pregunto ¿Son pequeños safaris humanos para las clases medio-altas aburridas? Aquí más reflexiones de personas que han realizado este turismo: Turismo de la pobreza: ¿experiencia educativa o puro voyeurismo? – BBC News Mundo

Hay muchas zonas pobres y turísticas del planeta en las que agencias de viajes, organizaciones, instituciones u otros participan y destinan ciertas ganancias a proyectos locales, gestionados por personas de la zona, que se preocupan por la educación, el acceso al agua, luz, los derechos de las mujeres… Y claro está, van a visitarlo. Y si lo suelen hacer es con grupos reducidos. Como siempre, puedes encontrar un pro y un contra.  Sin embargo, el turismo explícitamente de las grandes zonas pobres del planeta y masificadas… sigue teniéndome con la moral para un lado y otro.

Algunos críticos lo califican de voyeurista. En el sentido más etimológico de la palabra se trata del placer recibido por mirar y observar la miseria de los demás. Sin embargo, los que operan estos viajes defienden que genera conciencia de la problemática que viven muchos países.

Aún así, la mayor crítica radica en que se trata de  una invasión de la privacidad de la gente. Además, generalmente, no produce más que una interacción temporal, sin ningún compromiso con la parte observada. Aún así, las empresas defienden que elevan la conciencia social y destinan sus ganancias a organizaciones benéficas que apoyan a las personas habitantes de esos barrios.

Por ejemplo, la empresa india Reality Tours & Travel que opera desde hace seis años en Dharavi, defiende que su negocio tiene una finalidad social: el 80% de las ganancias son para una organización que cuenta con programas de asistencia social. Programas que ponen en funcionamiento desde su propia ONG.

Kibera Tours en Kenia muestra los barrios pobres con tours donde ponen énfasis en la seguridad y el contacto con lo local, en un pequeño apartado en su web, también especifica que los beneficios se destinan a proyectos para mejorar la vida de las personas.

Be a local Tours en Brasil hace también recorridos por las favelas, sin embargo no especifica donde van esos ingresos o si hay una finalidad social detrás.

Sin duda, como mínimo que los beneficios sean para la mejora de las condiciones humanas y que haya ONGs o instituciones implicadas con valores (más allá del mero beneficio económico). Sería lo mínimo para valorar positivamente este tipo de turismo. Pero, sinceramente ¿Quién sale realmente beneficiado de estos tours?  Puede sonar un poco cínico, pero se trata de personas y de sus casas. Imaginaos un turista mirando vuestro bloque de edificios como si fuera algo de otro mundo. O un turista en la Cañada Real Galiana, Madrid o en las tres mil viviendas en Sevilla… no, eso no se da porque no es exótico. 

La Organización Mundial del Turismo en su Informe Turismo para el Desarrollo de 2018, muestra que el turismo tiene alcance mundial y efectos positivos en muchos otros sectores. Afirma que no solo es motor de crecimiento, sino que el turismo también mejora la calidad de vida de las personas, fomenta la protección medioambiental, promueve un patrimonio cultural diverso y consolida la paz en el mundo.

El turismo de pobreza puede ser un instrumento que ayude a impulsar esto. Sin embargo, en los países donde se practica, es fundamental que mejore primero la calidad de vida y los derechos humanos, para luego poder trabajar en otros valores como la protección medioambiental y posteriormente trabajar estos aspectos junto al turismo. Pasando primero por la mejora de la educación.  

El informe indica que con una planificación y gestión adecuadas, el turismo puede contribuir de forma directa y eficaz al avance hacia estilos de vida y patrones de consumo y de producción más sostenibles.

El turismo de pobreza no puede convertirse en algo exhibicionista, tiene que tener en cuenta que se basa en la vida de otras personas. Y que lleva asociado realidades como desnutrición, infecciones, violación de derechos humanos, vertederos de basura… Además de estar presentes en países donde la pobreza es el resultado de sistemas económicos, sociales, religiosos o rurales  desiguales. Si existe, este turismo tiene que ser un instrumento promotor de mejora.

Pero, ¿es este turismo de impacto la mejor opción¿Es moralmente adecuado? ¿Debería regularse de alguna manera? ¿son las clases económicas altas las que hacen aparecer este ocio?

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