El 19 y 20 de mayo de 2019 tuve la oportunidad de realizar snorkel en el arrecife de coral de Ningaloo y de Coral-Bay en Australia, respectivamente. Los viajes son pequeños recuerdos, y en este roadtrip por Western Australia, esos días los recordaré el resto de mi vida, en parte por los animales marinos salvajes.

Alojadas en el camping de la ciudad de Exmouth (en uno de esos cabos que geográficamente recuerdas), la aventura empezó en torno a las seis de la mañana. Nos recogieron en un minibus para llevarnos a la costa que presentaba el Océano Índico ante nuestros ojos. Montamos en una zodiak que nos acercó al barco que nos llevaría a ver tiburones-ballena, el pez más grande del mundo. Si te interesa la empresa para un futuro: Swim With Whale Sharks, Exmouth, Ningaloo Reef | Three Islands Whale Shark Dive
La experiencia fue increíble y, por suerte, mi sensación de haber provocado un impacto en este animal fue mínima. La empresa con la que hicimos la inmersión claramente estaba concienciada de la importancia de no interferir en su migración. Después de normas, indicaciones, unas prácticas de inmersión y esperas de avistamiento (no lo garantizan), nos sumergimos varias veces detrás del enorme pez para su contemplación. Un ejemplar de 8 metros surcaba los mares.
Aún recuerdo lo pequeña que me sentí… y lo lenta que iba en comparación con ese ser que apenas hacía esfuerzo para moverse. Ver animales marinos salvajes, es decir, en libertad, me llenó de felicidad y de entusiasmo. Ver que seguía su camino sin interferencias fue un alivio. También pudimos ver dos tortugas marinas enormes.
Sé que hay gente muy escéptica al contacto con los animales debido a la invasión de su hábitat, las condiciones en que viven en determinadas instituciones o las secuelas que pueden tener nuestra presencia como el estrés. Y es totalmente comprensible viendo ciertas acciones y atrocidades. Sin embargo, por eso es importante saber qué estás haciendo, con quién y qué ofrecen. Esta actividad nos ayudó a conocer, apreciar, disfrutar y convivir con nuestro entorno. Sin contacto directo, sólo indirecto.
Al día siguiente, después de comernos unos sandwiches y de hablar con un español que iba recorriendo la costa oeste buscando trabajo, nos pusimos rumbo a la playa de Coral Bay, un poco más al sur. Un lugar nada masificado, o por lo menos cuando yo fui, y, claro está, en comparación con casi cualquier playa de España.
Dentro de esas aguas cristalinas, no había prácticamente gente. Un par de personas hacían snorkel como nosotras, otro par se bañaban. Nunca había hecho esta práctica, y este era el segundo día. Ya estaba emocionada. Y entonces, entrando a la playa y todavía sin llegar a los corales, algo al lado de mi pie se movió en la arena. ¡Una manta-raya! ¿Alguna vez habéis visto una manta-raya libre? Mi emoción fue increíble, ni me moví. No tocar a los animales, primera lección cuando vas a Australia. Mis pies se quedaron quietos, no quería que notase mi presencia, pero mi cabeza introdujo mis ojos en el agua para verla mejor. Cuando se volvió a quedar quieta, me fui separando poco a poco.
En mi vida habría imaginado que casi en la orilla me fuera a encontrar a este animal. En España hemos deteriorado tanto las costas que imaginar esto no es ni real. O a mi nunca me ha pasado. Ver un pez-león y los corales enormes con formas de rosa aumentó mis endorfinas. Este segundo día me hizo apreciar mucho más la libertad que pueden tener ciertos animales en algunas partes del mundo y yo me sentía como un pez más en el agua.
El contacto con los animales marinos salvajes debe ser algo que tendríamos que ser capaces de realizar con más naturalidad, respetando normas, siguiendo indicaciones de profesionales especializados y siendo conscientes de que no debemos dejar huella en su entorno. No realizar con mayor frecuencia, sino con mayor conciencia. Además de mantener un entorno limpio. Por ello pon en práctica, por ejemplo, las tres rs (reducir, reutilizar y reciclar, en ese orden). El ser humano influye en prácticamente cualquier hábitat y nos queda un largo camino por recorrer para entender que somos un animal más y que deberíamos aprender a convivir con el resto.
Se estima que para 2050 habrá más plástico que peces en los océanos. Ojalá no lleguemos a eso, sino ¿quién verá ese tiburón-ballena? o ¿quién contemplará una manta-raya en una orilla de playa?